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Actualmente, el sector cafetalero sigue luchando contra los efectos persistentes de los desafíos sin precedentes de 2020. Sin embargo, a medida que las restricciones relacionadas con el COVID-19 se han reducido, que los programas de vacunación avanzan y los productores aprovechan las lecciones aprendidas durante la cosecha anterior, se espera que las oportunidades de trabajo se reactiven hasta situarse ligeramente por debajo de los niveles prepandémicos.
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Hasta septiembre, el sector cafetalero al momento no se había beneficiado de los recientes aumentos de los precios internacionales, ya que la mayor alza se produjo en julio, cuando ya se había vendido la mayor parte de la cosecha de 2020/2021. Si los precios de venta se mantienen en niveles altos durante la próxima cosecha, los ingresos de los productores aumentarán solo lo suficiente para recuperarse de los eventos del año pasado, pero no lo suficiente para superar los múltiples impactos agravados de los últimos años.
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Se prevé que la producción regional de café para el año agrícola 2021/2022 sea un dos por ciento inferior a la del año anterior, impulsada principalmente por una disminución del 12 por ciento en la producción de Honduras, según las estimaciones del Departamento de Agricultura de los Estados Unidos (USDA), ya que el resto de los países esperan aumentos modestos. Esta reducción es una combinación del efecto negativo en el manejo del cultivo producto de la falta de sostenibilidad económica durante varios años, las secuelas de los huracanes Eta e Iota, la irregularidad de las lluvias durante este año y el aumento de la incidencia de la roya del café.
El sector cafetalero en Centroamérica ha sufrido varias crisis en la última década, entre ellas una epidemia de la roya del café, la tendencia general a la baja de los precios de venta desde 2011/2012, la falta de incentivos económicos y de apoyo político al sector y su mala gestión en toda la región, la incertidumbre política, la pandemia del COVID-19 y los impactos del cambio climático, incluidos dos huracanes consecutivos el año pasado. Estas circunstancias han tenido un fuerte impacto negativo en la producción de café; sin embargo, el sector es un componente dinámico de la economía local y sigue siendo una fuente de ingresos para una parte considerable de la población rural y genera más de 2.5 millones de dólares anuales en transacciones de divisas procedentes de las exportaciones regionales. En conjunto, representa entre el 1.3 y el 8.2 por ciento del PIB de la región.
El rol de la producción de café y su dinámica comercial es vital para entender los medios de vida y la seguridad alimentaria de la población de la región, especialmente de los grupos socioeconómicos pobres y muy pobres. Más de 2 millones de personas participan en su producción. Los trabajadores dependen en gran medida de los ingresos obtenidos durante las diferentes etapas de la producción, especialmente producto del trabajo en la cosecha, ingresos que contribuyen con el acceso a los alimentos y a otras necesidades básicas durante todo el año. Considerando el volumen, la producción en Centroamérica se estratifica de la siguiente manera, de mayor a menor: Honduras, Guatemala, Nicaragua, Costa Rica y El Salvador.
Según la Organización Internacional del Café (OIC), la producción de la región en el ciclo 2019/2020 alcanzó los 18.98 millones de sacos de 46 kilos, lo que representa el 8.8 por ciento de la producción mundial, que supone un descenso del 8.4 por ciento respecto a la temporada 2018/2019. Para el ciclo 2020/2021, la OIC estima que la producción de Centroamérica y México disminuirá un 2.1 por ciento con respecto al año anterior y el Departamento de Agricultura de los Estados Unidos (USDA) estima que la producción total será de 18.21 millones de sacos de 46 kg. La producción de 2020/2021 se vio limitada por los impactos sufridos en años anteriores y además se vio afectada por dos factores principales: (i) los cierres obligatorios y el distanciamiento social establecidos para contener las infecciones del COVID-19, ya que estas medidas obstaculizaron las actividades de mantenimiento y cosecha; y (ii) la temporada de lluvias de 2020, superior al promedio, que concluyó con la llegada a tierra de los huracanes Eta e Iota en noviembre de 2020. Las elevadas precipitaciones acumuladas a lo largo de la segunda temporada de lluvias de 2020 favorecieron el desarrollo de plagas y enfermedades, incluida la roya del café, y las lluvias torrenciales y los fuertes vientos de los huracanes provocaron inundaciones y deslizamientos de tierra, lo que provocó importantes daños en los cultivos, en el sistema de acceso por carretera para los cortadores, los transportistas y los comerciantes, y en la infraestructura de producción (instalaciones de procesamiento, estanques de tratamiento, patios de secado, etc.). Guatemala, Nicaragua y Honduras registraron descensos en la producción del 16, 15 y 12 por ciento, respectivamente, en comparación con el año anterior. Además, las exportaciones de la región de octubre de 2020 a junio de 2021 descendieron 1.3 por ciento, a 12.8 millones de sacos, en comparación con el mismo período de 2019/2020, y Honduras y Nicaragua registraron las mayores reducciones de los volúmenes de exportación en ese período, del 6.1 y el 9.4 por ciento, respectivamente.
El año pasado, el principal problema que afectó al sector cafetalero a nivel mundial estuvo relacionado con la pandemia del COVID-19, pero a medida que se van aplicando las vacunas y se van relajando las restricciones gubernamentales en los principales mercados de consumo, la actividad económica está aumentando y la demanda, incluida la de café, está volviendo a la normalidad. Los precios internacionales y el comercio han respondido positivamente a estos cambios y las exportaciones mundiales de todos los países exportadores a todos los mercados aumentaron un 4.1 por ciento en junio de 2021 en comparación con el año anterior y se aproximaron a los volúmenes prepandémicos, alcanzando un total de 11.2 millones de sacos de 60 kg (14.93 millones de sacos de 45 kg). El consumo mundial se está recuperando; para el año de producción de la cosecha 2020/2021, la OIC prevé que sea de 167.58 millones de sacos, lo que representa un aumento del 1.9 por ciento con respecto al año anterior. En cuanto a la producción total para 2020/2021, se mantiene sin cambios en 169.6 millones de sacos, lo que representa un ligero aumento del 0.3 por ciento con respecto al año cafetero 2019/2020; aunque todavía está un 0.8 por ciento por debajo de los niveles prepandémicos. Para 2020/2021, persiste un exceso de oferta de café en el mercado mundial equivalente a 2.02 millones de sacos de 60 kg en relación con la demanda, aproximadamente la mitad en comparación con el año pasado. Dicha disminución representa una mejora significativa, considerando el interés de lograr balancear el mercado y producir precios internacionales favorables.
Los precios aumentaron en julio de 2021, especialmente los de la especie arábica, que alcanzaron su valor más alto desde noviembre de 2014, impulsados por la disminución en la oferta actual y las proyecciones en la disponibilidad de café de distintos orígenes. La mayor preocupación ahora proviene de la sequía y graves heladas que se produjeron en Brasil. Al ser el mayor productor del mundo, el impacto de las heladas en la producción mundial aumenta tanto la volatilidad del mercado como los precios internacionales. El promedio mensual del indicador compuesto de la OIC alcanzó los 181.57 centavos de dólar/libra en octubre de 2021, lo que representa un aumento del 71.5 por ciento respecto a octubre 2020.
La producción de café en Centroamérica es desarrollada principalmente por pequeños productores, definidos como aquellos que producen menos de 444.44 sacos de 45 kg y/o tienen una superficie productiva inferior a 2.1 hectáreas. Esto sucede especialmente en Guatemala, donde el 98 por ciento son pequeños productores. Por otro lado, Honduras, el principal productor a nivel regional, reporta una menor participación con el 87 por ciento de productores de pequeña y mediana escala. Los productores medianos se clasifican como aquellos que producen entre 444.44 y 2,222.22 sacos de 45 kg y/o tienen una superficie productiva de 17.5 a 35 hectáreas.
Cuadro 1. Producción total de café (000 sacos de 45 kg)
Honduras | Guatemala | El Salvador | Nicaragua | Costa Rica | |
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2011/2012 | 7,843 | 5,134 | 1,552 | 2,925 | 2,441 |
2012/2013 | 6,248 | 5,017 | 1,653 | 2,498 | 2,430 |
2013/2014 | 6,111 | 4,252 | 687 | 2,746 | 2,069 |
2014/2015 | 7,024 | 4,413 | 887 | 2,530 | 1,967 |
2015/2016 | 7,714 | 4,546 | 753 | 2,841 | 1,920 |
2016/2017 | 9,943 | 4,912 | 813 | 3,407 | 1,829 |
2017/2018 | 10,080 | 4,978 | 1,013 | 3,523 | 2,081 |
2018/2019 | 9,537 | 5,342 | 1,015 | 3,839 | 1,902 |
2019/2020 | 7,908 | 4,808 | 881 | 3,843 | 1,962 |
2020/2021* | 8,315 | 4,199 | 692 | 3,037 | 1,963 |
2021/2022* | 7,333 | 4,627 | 704 | 3,184 | 1,980 |
Fuente: Organización Internacional del Café; * Estimados del Departamento de Agricultura de los Estados Unidos (USDA) de mayo de 2021
USDA estimó en sus informes de mayo 2021 que la producción regional para 2020/2021 será de 18.21 millones de sacos de 45 kg, mientras que para el año de producción de la cosecha 2021/2022, que comienza el 1 de octubre, se espera una producción un dos por ciento menor, de 17.83 millones de sacos de 45 kg. A esta tendencia a la baja contribuyen las restricciones relacionadas con el COVID-19, que seguirán limitando la producción, generando una menor demanda de mano de obra y de los efectos persistentes de los daños causados por los huracanes en toda la región. El impacto de los bajos precios internacionales durante gran parte de la pandemia sigue sintiéndose en toda la región, limitando la generación de ingresos y la capacidad de inversión de los cultivadores. Además, algunos están considerando o implementando cambios en sus medios de vida con márgenes de beneficio más favorables, aun cuando dichas actividades pueden tener un alto costo social, como la migración hacia las ciudades o a otros países, o un impacto negativo al ambiente, producto de la sustitución del bosque cafetalero por otros cultivos menos amigables con el ambiente. Más allá de las tendencias regionales, también hay factores específicos de cada país que impactan la producción y, consecuentemente, las oportunidades de empleo en la región, lo que, al final, puede mejorar o limitar la seguridad alimentaria de los hogares, cuyo sustento depende de este sector.
En Guatemala, se espera que la superficie plantada de café aumente ligeramente. Sin embargo, está impulsada principalmente por los árboles que alcanzan su madurez y es a pesar de lo avanzado en edad de las plantaciones y los limitados esfuerzos de ciertos productores por establecer parcelas nuevas, por no contar con la capacidad para recuperarse de los daños causados por los huracanes ni para invertir en ampliar sus cultivos.
En El Salvador, el sector cafetalero lleva varios años enfrentándose a restricciones financieras y políticas, lo que ha provocado un fuerte descenso en su producción y un exceso de deuda de los hogares de más de 230.4 millones de dólares. Estas condiciones han reducido el acceso a insumos, el trabajo a nivel de finca, las renovaciones del inventario de las antiguas plantaciones de café, y el embargo de las fincas por parte de los bancos después de que la última prórroga para suspenderlos expiró el 31 de mayo de 2021. Tras años de limitado apoyo gubernamental, el sector cafetalero acogió con satisfacción el lanzamiento de la Política Nacional Cafetalera en mayo, que pretende promover una producción sostenible con la renovación de 50,000 manzanas[1] (mz) (35,250 Ha) y otras acciones agrícolas, apoyar la tecnología mediante la creación de un instituto de investigación cafetera y reestructurar la deuda para ofrecer fuentes de financiación y opciones de inversión. Sin embargo, estos cambios no llegarán a tiempo para influir en los rendimientos de la siguiente cosecha. Una limitación adicional para las actividades de gestión de los cultivos y los flujos de trabajo en este país es el férreo control territorial de las maras, que suelen recurrir a la violencia para imponerlo.
Aunque el apoyo gubernamental e institucional, incluyendo instituciones de café, en Honduras es alto y ha contribuido a impulsar la productividad en los últimos años, las previsiones de producción apuntan a un fuerte descenso del 12 por ciento en la próxima cosecha. A pesar de la ampliación y la financiación adicional del Programa Bono Cafetalero para apoyar con fertilizantes a los pequeños y medianos agricultores, el sector cafetalero se encuentra debilitado producto de varios años de bajos precios que limitaron la posibilidad de inversión de los productores. Adicionalmente, en la actualidad, el sector se enfrenta a la rehabilitación de la infraestructura vial tras los huracanes y al aumento de la incidencia de la roya del café y otras plagas a nivel nacional. Se prevé que, para finales de noviembre, la incidencia promedio de roya en variedades susceptibles siga creciendo hasta alcanzar valores superiores al 10 por ciento, y para algunos departamentos esta llegaría a valores arriba del 15 por ciento. Además, las lluvias irregulares e inferiores al promedio desde junio han generado problemas en la formación de los frutos, lo que inevitablemente reducirá el rendimiento y la calidad de las cerezas de café restantes.
Los hogares nicaragüenses, por su parte, no sólo se enfrentan al reto que representa la recuperación de los daños causados por los huracanes, que el USDA estima que afectaron al menos el 5 por ciento de las áreas sembradas del país, sino también al estancamiento de las inversiones debido al limitado acceso a créditos, lo que provoca falta de mantenimiento en las plantaciones. El ambiente político también influye negativamente en las opciones de inversión y comercio que tiene el sector cafetalero.
El número de caficultores también sigue disminuyendo en Costa Rica, a pesar de su rica historia cafetera, con una reducción de más de 18,000 productores (o 38 por ciento) desde 2009/2010. El año pasado, la producción no fue tan alta como se esperaba debido a las restricciones relacionadas con el COVID-19, y debido a que los trabajadores (en su mayoría migrantes) llegaron tarde a las fincas, retrasando la recolección de las cerezas de café. Este año, incluso con la continua incertidumbre en torno al COVID-19, la previsión es más positiva, ya que la floración ha seguido un patrón normal, lo que dará lugar a una cosecha prolongada y dispersa que podría permitir el distanciamiento social y la migración progresiva de la mano de obra.
La distribución irregular de las precipitaciones en la segunda temporada de lluvias hasta noviembre podría propiciar una mayor incidencia de la roya del café y otras enfermedades. Además, la influencia directa o indirecta de un evento de tormenta tropical tiene el potencial de causar daños que repercutan directamente en la producción, el transporte y el procesamiento inmediatamente después de la cosecha.
[1] Medida de extensión local de 7,000 m2 o 0,7 hectáreas.
Aunque la producción de café requiere mano de obra durante todo su ciclo, hasta el 70 por ciento de su demanda se produce durante la cosecha, entre octubre y febrero. La naturaleza de esta mano de obra depende del tamaño del productor y de las condiciones económicas, ya que los cultivadores más pequeños recurren sobre todo a la mano de obra no remunerada de su familia inmediata, mientras que los pequeños y medianos cultivadores pueden optar por recurrir a la mano de obra de sus parientes y vecinos como medida de ahorro en vez de pagar y contratar personal que les apoye. Sin embargo, estas medidas generan un efecto negativo a los hogares cafetaleros, principalmente porque reducen las posibilidades de educación en niños y jóvenes. No obstante, el sector cafetalero sigue dependiendo en gran medida de la mano de obra informal y migrante contratada para recoger los granos de café. El flujo de migrantes puede producirse entre distintas regiones de un mismo país o entre países, dependiendo de la ubicación de las fincas y de las diferencias en el tipo de cambio y el salario diario. El año pasado, las restricciones del COVID-19, en cuanto a viajes y distanciamiento social, supusieron un reto para la población migrante y sus empleadores, ya que hubo que cumplir con las normas de transporte y transfronterizas, y modificar las condiciones en las explotaciones agrícolas. Costa Rica y, en menor medida, Honduras son los países que más dependen de la mano de obra internacional.
Ante estas restricciones, tanto la oferta como la demanda de mano de obra se resintieron especialmente en Costa Rica, Honduras y El Salvador, lo que se tradujo en menores ingresos para los jornaleros, mayores costos para los productores en un año de bajos precios de venta e incluso retrasos en la recolección, y la pérdida de volumen y calidad en la cosecha.
Este año, los gobiernos han relajado las restricciones relacionadas con el COVID-19, incluso con el aumento de las infecciones por COVID-19 debido a las nuevas variantes, y no se espera una reintroducción de restricciones estrictas. Además, la modificación de la infraestructura y los conocimientos adquiridos con la experiencia de los últimos años beneficiarán al sector. No obstante, las perspectivas de disminución de la producción en algunos países y los retos existentes en materia de desplazamientos y estado de salud de quienes participan en la cosecha tendrán, inevitablemente, un efecto en la generación de ingresos para los hogares que dependen de la producción de café.
Según la previsión de USDA, habrá un déficit regional de 377 millones de sacos de 45 kg, lo que supondría la pérdida de 15,834 empleos y al menos 16.86 millones de dólares en salarios, si consideramos el salario mínimo promedio diario de 7.10 dólares registrado para Nicaragua en una encuesta realizada por Enveritas en 2020.
Centroamérica. El sector cafetalero es importante para los medios de vida de casi una cuarta parte de la población centroamericana, incluidos algunos de los hogares más pobres, que dependen de los ingresos de estos jornales para cubrir sus necesidades alimentarias y otras necesidades básicas. Por lo tanto, los ingresos netos de esta temporada tendrán consecuencias para la economía y el acceso a los alimentos de estos hogares.
La serie de shocks enfrentados en la última década ha deteriorado los medios de vida de los hogares que dependen de la producción de café. La pandemia actual y los dos huracanes al final de una temporada de lluvias superior al promedio en 2020 plantearon retos únicos, con pérdidas de infraestructuras privadas y públicas, de cultivos y de ingresos. Esto obligó a los hogares a endeudarse más y a utilizar otras estrategias de afrontamiento negativas, incluido un aumento del número de personas que consideran emigrar al norte o a las capitales u otras zonas urbanas.
En Guatemala, el pequeño aumento de producción previsto para el próximo año cafetero no compensará las pérdidas de ingresos del año pasado ni apoyará a la recuperación de las deudas pasadas del sector. No obstante, se espera que el número de jornaleros necesarios para la cosecha y el salario diario se sitúen dentro del promedio. Este año hay menos restricciones relacionadas con el COVID-19, lo que supondrá menos limitaciones en cuanto al transporte, pero se espera que los protocolos sanitarios establecidos el año pasado se vuelvan a aplicar este año para las actividades de campo y el alojamiento. Se prevé que los hogares de los trabajadores tengan ingresos promedio, con los que podrán tener acceso a alimentos y a otras necesidades básicas en los primeros meses de 2022, aunque los aumentos registrados en los precios de los alimentos y del combustible probablemente reducirán su poder adquisitivo.
En El Salvador, se espera que la cosecha de 2021/2022 experimente un ligero aumento y el gobierno no ha establecido restricciones, lo que supondrá una modesta mejora en la generación de ingresos para los trabajadores a medida que aumenten las oportunidades. Sin embargo, dado el deterioro de este medio de vida en los últimos años, estos ingresos apenas cubrirán las necesidades inmediatas. El repunte gradual de otras opciones de empleo fuera del sector cafetalero, como el trabajo doméstico y otros tipos de trabajo informal, y la entrega de asistencia alimentaria por parte del gobierno apoyarán el acceso a los alimentos, aunque es poco probable que permitan recuperar los medios de vida relacionados con el café.
Por otro lado, algunos de los cultivadores verán una pérdida total de sus ingresos en este sector, ya que los bancos están embargando sus fincas y no tienen forma de pagar sus deudas para recuperarlas. Es probable que estos hogares hayan recurrido a la diversificación en sus fuentes de ingresos; no obstante, el impacto negativo de estas pérdidas en los hogares afectados será significativo. Períodos prolongados de crisis en el sector cafetalero limitan el avance en su sostenibilidad; adicionalmente, dichas condiciones han presionado sustancialmente al uso indiscriminado de los recursos y un deterioro en la calidad de vida de los hogares cafetaleros al buscar compensar los resultados económicos desfavorables de los últimos años.
El sector cafetalero de Honduras se enfrenta actualmente a las consecuencias de los huracanes del año pasado, con algunas pérdidas y daños en los cultivos y en la infraestructura productiva. Además, se está tratando de contener el aumento de la incidencia de la roya del café para evitar más daños en los árboles, ya estresados por las irregularidades de las lluvias al principio de la temporada. A pesar de la necesidad de ingresos de los hogares, los productores hondureños han reportado dificultades para contratar mano de obra en los últimos años y se prevé que esto continúe. Lamentablemente, la baja oferta de mano de obra no se traduce necesariamente en salarios más altos para los trabajadores, ya que los propietarios de las fincas de café pueden utilizar a menudo mano de obra familiar no remunerada o con salarios más bajos para sustituir la mano de obra asalariada normal. Aunque todavía hay algunas restricciones de movimiento, es probable que las actividades de transporte y cosecha se lleven a cabo con relativa normalidad, con el distanciamiento social y el equipo necesario para evitar los contagios de COVID-19. Es probable que los ingresos procedentes de la cosecha de café se aproximen al promedio o sean ligeramente inferiores al mismo, lo que seguirá dando lugar a una mejora relativa del poder adquisitivo de los hogares en comparación con los últimos meses, pero sin recuperar los niveles prepandémicos.
El escenario en Nicaragua es mixto, ya que las condiciones en el país son similares a las del año pasado, dado que el gobierno nunca impuso las restricciones obligatorias por el COVID-19 y la previsión es de un ligero aumento de la producción. Para los trabajadores que emigran a Costa Rica y Honduras, la situación ha mejorado desde el año 2020, ya que la disminución de las restricciones en ambos países permitirá reanudar los flujos de trabajadores migrantes. Por lo tanto, la mano de obra migrante en la región estará más cerca de los niveles prepandémicos y se espera que los salarios se acerquen al promedio. Al tener acceso a una fuente de ingresos estable durante los meses de cosecha, es probable que los trabajadores migrantes puedan ahorrar una parte de sus ingresos, que luego utilizarán para comprar alimentos durante la temporada anual de escasez.

Figura 1
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Fuente: ICO, 2021