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Ingresos por la cosecha no serán suficiente para apoyar la recuperación económica de los hogares jornaleros

  • Reporte especial
  • América Latina y el Caribe
  • Marzo 4, 2021
Ingresos por la cosecha no serán suficiente para apoyar la recuperación económica de los hogares jornaleros

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    • La pandemia del COVID-19 representó un doble shock para el sector cafetalero internacional y regional, con una caída en los ingresos producto de un menor consumo mundial (-0.9 por ciento para 2019/2020) y una alta variabilidad en los precios, y un incremento en los costos para la implementación de los protocolos de bioseguridad para las actividades de mantenimiento y cosecha.

    • La proyección de la producción de café en la región, previa a las tormentas Eta e Iota, estaba, en general, por debajo del año anterior, con excepción de Honduras y Costa Rica. Sin embargo, la región sufrió el embate de los eventos tropicales, que redujeron más las estimaciones de producción, lo que, aunado a los bajos precios de venta y la caída en los niveles de exportación, significarán menores ingresos para los productores, sin importar su tamaño.

    • Se prevé que, aunque los ingresos de los hogares jornaleros se incrementan durante el período de cosecha del café, permitiéndoles una leve recuperación de su economía, estos no estarán en niveles de años anteriores. Las causas incluyen mayor competencia por las plazas debido al mayor empleo en la población en general, una menor producción, menor acceso a empleo en la finca cafetalera debido a las limitaciones de transporte y acceso vial, y los protocolos de bioseguridad que reducirán el rendimiento en el corte e incrementarán los costos.


    ANTECEDENTES

    A pesar de los diferentes shocks que ha sufrido el sector cafetalero de Centroamérica y República Dominicana a lo largo de los últimos años, como la epidemia de roya desde 2012, la tendencia hacia la baja en los precios de venta precisamente desde el mismo año, variaciones climáticas, más los diversos retos político-administrativos propios de cada país, el sector sigue siendo un motor económico.

    A nivel macroeconómico, el café aún representa la generación de más de 2,503,600,000 USD en divisas producto de las exportaciones de la región, pero es a nivel de medios de vida que tiene la mayor relevancia, pues más de 2,000,000 de personas están involucradas en la cadena productiva. Es gracias al ingreso que se obtiene de la venta de la mano de obra durante las distintas etapas de la producción, incluyendo la cosecha, y a la venta propiamente del producto, que los hogares tienen la capacidad adquisitiva para acceder a la alimentación y otras necesidades básicas. Por lo tanto, es de vital importancia conocer la dinámica de producción y comercial de este cultivo como un factor en la seguridad alimentaria de la población de la región, especialmente la de los grupos socioeconómicos más vulnerables.

    La producción regional en 2018/2019 alcanzó los 21.64 millones de sacos de 46 kg, representando el 9.63 por ciento de la producción mundial. Honduras es el país con la mayor producción de la región, mientras Guatemala ocupa el segundo lugar. El resto de los países tienen un menor volumen, donde Nicaragua ocupa el tercer lugar, seguido por Costa Rica, El Salvador y, por último, República Dominicana. En la última década, esta dinámica regional se ha mantenido relativamente estable. Sin embargo, ha habido modificaciones interanuales, con una marcada caída durante el año agrícola 2013/2014, a consecuencia de la epidemia de roya iniciada en 2011/2012. La mayoría de los países tomaron acciones encaminadas a reducir la vulnerabilidad de su parque cafetalero a la roya y otras plagas y enfermedades, que incluyeron renovaciones y sustituciones de variedades, por lo que para el año agrícola 2017/2018 todos reportaban su mayor volumen de producción desde la caída. Aunque la magnitud de la recuperación varió por país, con Honduras nuevamente en primer lugar (43 por ciento), seguido por Nicaragua (38 por ciento), y en último lugar República Dominicana (4 por ciento), solamente Honduras, Guatemala y Nicaragua reportaban al año agrícola 2018/2019 una producción mayor a la de producida en 2011/2012, previa a la roya.

    Lo anterior ha propiciado que los productores de café se hayan visto obligados a diversificar sus fuentes de ingreso más allá de la venta del café, con la inclusión de la apicultura, productos maderables, turismo y crianza de animales, además de depender más de la mano de obra familiar. Adicionalmente, es evidente la reducción de las áreas productoras y la productividad en general, producto de la pobre capacidad de manejo agronómico. En consecuencia, los recolectores en algunas de estas áreas también han debido diversificar sus opciones de empleo, aunque las nuevas se caracterizan por ser igualmente informales e inestables, sin necesariamente compensar la pérdida de ingresos relacionados con el café.

    A todos estos retos, este año se suma la pandemia del COVID-19. Aunque, al momento de su aparición en la región, la cosecha 2019/2020 casi había concluido, tuvo algunas consecuencias en la logística de transporte de la cosecha desde las unidades productivas hacia los puertos de exportación y la capacidad de mantenimiento de las plantaciones para la cosecha 2020/2021, debido a las medidas restrictivas impuestas por los gobiernos, como cuarentenas obligatorias y el distanciamiento social. Sin embargo, el mayor desafío será lograr llevar a cabo la cosecha, que dio inicio en octubre 2020 y se extiende hasta febrero 2021, dependiendo de la altura de los cafetales; es durante esta época que se da la movilización de miles de cortadores hacia las áreas cafetaleras dentro de cada país, incluso entre países. En este momento, cada país tiene diversos requisitos y grados de apertura en sus fronteras. La mayoría de los países exigen la presentación de resultados de una prueba negativa de COVID-19 para el cruce de la frontera, la cual tiene un costo muy elevado, resultando inaccesible para los cortadores de café. La disponibilidad y funcionamiento de transporte público aún son irregulares, y todos deberán seguir medidas de bioseguridad en las distintas etapas de la cadena de producción, incluyendo las áreas comunes (uso correcto y obligatorio de mascarilla, distanciamiento social, y medidas de limpieza y desinfección constantes), si desean mantener controlados los contagios entre los empleados. El sector cafetalero regional está consciente de estos retos, pero cada país lo ha enfrentado de diversa manera, dada la variación en el apoyo gubernamental y la estructura legal que lo soporta, y la ya erosionada capacidad económica de los propios productores.

    Por último, una temporada lluviosa arriba de lo normal durante 2020, que incluyó el impacto de dos eventos tropicales consecutivos durante noviembre, Eta e Iota, también representó un shock al sector, con daños y pérdidas a consecuencia de las torrenciales y continuas lluvias que ocasionaron inundaciones y deslizamientos de tierra, y los fuertes vientos, ocasionando graves daños al sistema de acceso vial para los cortadores y para la comercialización del producto cosechado, y daños en la infraestructura productiva (beneficios, lagunas de tratamiento, solares, etc.).


    SITUACIÓN GLOBAL

    Las medidas tomadas por los gobiernos alrededor del mundo para contener la crisis sanitaria ocasionada por el COVID-19 han ocasionado un fuerte descenso del crecimiento económico mundial. Los precios internacionales han mostrado mucha volatilidad, con un incremento en marzo, al inicio de la pandemia, impulsado por el acaparamiento y la incertidumbre, para luego mostrar una disminución de nueve por ciento hasta junio a medida que la capacidad adquisitiva disminuía y con ella la demanda de la bebida, especialmente de café de alto perfil en taza, el cual es parte de la oferta de la región centroamericana. Después de junio el precio se recuperó, incluso a valores mayores a los reportados durante marzo (un máximo de 107.94 centavos de USD/lb a mediados de septiembre), para luego volver a caer 8.9 por ciento durante octubre. De acuerdo con el informe de la Organización Internacional del Café (ICO) de noviembre, el precio volvió a mostrar un incremento de 3.6 por ciento en noviembre. El confinamiento de la población mundial durante varios meses causó un incremento significativo en las tasas de desempleo, menor capacidad de compra en general y un cambio en el comportamiento de la demanda que, con el cierre de restaurantes, hoteles y otros establecimientos públicos, pasó a priorizar el consumo en el hogar, sin compensar en lo absoluto los volúmenes consumidos fuera del mismo. Se espera que, para el recién concluido año agrícola (2019/2020), la pandemia del COVID-19 ocasione una caída del 0.5 por ciento en el consumo de café a nivel mundial.

    A pesar de lo anterior, y de que la ICO estima que la producción global en 2019/2020 haya concluido en 224.73 millones de sacos de 45 kg —1.6 por ciento menor a la del año previo—; con una reducción principalmente en Arábica, el año 2019/2020 tendrá un nuevo exceso de 1.28 millones de sacos de 45 kg. Excesos significativos en los inventarios globales por varios años consecutivos y la dinámica cambiaria de monedas, como el real brasileño, han limitado la recuperación de los precios en los últimos años, y este año se incluye la debacle económica mundial como factor limitante.

    Adicionalmente, la dinámica general del comercio internacional y las cadenas de producción y transporte también impactaron al sector cafetalero. Sin embargo, a medida que los gobiernos levantaron las restricciones, el precio del café también se fue recuperando, aunque, como ya se mencionó anteriormente, con una gran volatilidad. A noviembre, el precio llegó a 109.70 centavos de USD/lb.

    En cuanto a la perspectiva para el año agrícola 2020/2021, el Departamento de Agricultura de Estados Unidos prevé en diciembre que la producción global se encuentre alrededor de 9.3 millones de sacos de 45 kg más que la reportada el año anterior, para un total de 234 millones, dada la perspectiva de un año positivo en el ciclo bienal de Brasil. Agregado a esto, se prevé que las reservas sean mayores a las reportadas en seis años, dada la disminución en el consumo. Esta perspectiva de producción y reservas, y un probable segundo repunte en los casos de COVID-19, acompañados de nuevas medidas restrictivas, apoyan la continuación de la volatilidad registrada durante 2020 y no necesariamente una recuperación significativa en el precio internacional para los meses de cosecha en la región (hasta febrero 2021), lo que genera un reto mayor en un año en que se deben realizar inversiones adicionales para cumplir con los protocolos de bioseguridad.


    PRODUCCIÓN REGIONAL

    El sector cafetalero en Centroamérica se caracteriza por estar compuesto mayoritariamente por pequeños productores, con producciones menores a 444.44 sacos de 45 kg y/o una superficie productiva menor a las 2.1 hectáreas, siendo Honduras el país con mayor participación (90.9 por ciento) de los mismos en la estructura productiva, y Guatemala el que reporta mayor proporción (30 por ciento) de medianos productores, quienes reportan una producción entre 444.44 y 2,222.22 sacos de 45 kg y/o una superficie de 17.5 a 35 hectáreas.

    Tabla 1. Producción total de café (000 de sacos de 45 kg)

     

    Honduras

    Guatemala

    El Salvador

    Nicaragua

    2011/12

    7,607

    5,120

    1,551

    2,365

    2012/13

    7,843

    5,017

    1,653

    2,497

    2013/14

    6,111

    4,252

    687

    2,747

    2014/15

    7,024

    4,413

    887

    2,531

    2015/16

    7,715

    4,547

    753

    2,840

    2016/17

    9,943

    4,912

    813

    3,407

    2017/18

    10,080

    4,979

    1,013

    3,489

    2018/19

    9,771

    5,343

    1,015

    3,347

    2019/20*

    7,461

    4,893

    673

    3,067

    2020/21*

    8,133

    4,867

    633

    2,913

     

     

     

     

     

     

     

     

     

     

     

     

     

     

     

     

     

     

     

     

     

    Fuente: Organización Internacional del Café; *Estimaciones previas a Eta e Iota del Departamento de Agricultura de Estados Unidos (USDA)

    Para 2019/2020, la ICO estima que la producción regional sea de 27,644 millones de sacos de 45 kg, con una caída del 4.6 por ciento, respecto a 2018/2019. Es probable que haya una reducción en la producción prevista para el año agrícola 2020/2021 (Figura 1), que inició el pasado 1 de octubre por los daños ocasionados por las tormentas Eta e Iota.

    Costa Rica y Honduras son los únicos países de la región que reportaban un alza en las previsiones de producción respecto al año anterior, con incrementos de 1.9 y nueve por ciento, respectivamente. Guatemala se mantiene prácticamente estable, mientras que Nicaragua y El Salvador reportan disminuciones entre cinco y seis por ciento. Sin embargo, la afectación en Honduras fue grande y podría reducir significativamente esas estimaciones.

    Los factores involucrados en los rendimientos alcanzados este año incluyen la problemática de baja productividad propiciada por la poca capacidad de inversión de los productores, como resultado de los bajos precios y elevados costos de producción, cafetales muy viejos, especialmente en el caso de los productores pequeños que no tuvieron los recursos para la renovación que se dio a raíz de la crisis de la roya que inició en 2012. Adicionalmente, la enfermedad de la roya resurge y toma gran importancia en algunas regiones; en algunos momentos, producto del surgimiento de nuevas razas y el inadecuado control de la enfermedad en la región, a pesar de varias acciones que el sector ha implementado en los últimos años. Las condiciones climáticas de La Niña, durante 2020 dieron lugar a escenarios propicios para un aumento en su incidencia: acumulaciones de lluvia por arriba del promedio y condiciones cálidas. En Honduras, por ejemplo, en octubre, la vigilancia que SAT-IHCAFE lleva a cabo en variedades susceptibles mostró una incidencia global de 7.67 por ciento, pero en departamentos como Copán, Comayagua y Santa Bárbara la incidencia era mayor a 10.97 por ciento. En El Salvador, un informe de octubre del Consejo Nacional del Café indicaba una incidencia de roya del 7.9 por ciento en la cordillera El Bálsamo-Quezaltepec. Para controlar la enfermedad, los productores debían intensificar la aplicación de químicos, medidas que implicaban inversión económica y disponibilidad de mano de obra; precisamente dos factores cada vez más limitantes a raíz de la pandemia COVID-19.

    Así, la presencia del COVID-19 significó un golpe doble al sector. Por el lado financiero, muchos contratos de venta fueron postergados o cancelados, especialmente al inicio de la pandemia, y el acceso a crédito de trabajo también disminuyó, lo que significó menor liquidez para la inversión en el manejo de las plantaciones. Esto se suma a dificultades de rentabilidad que ya eran evidentes desde años anteriores, especialmente desde la caída en los precios en 2014.

    Por el otro lado, las medidas de confinamiento y el distanciamiento social mandatorio, que buscaban reducir el contagio del COVID-19, redujeron la disponibilidad de mano de obra y el acceso a insumos para las labores de mantenimiento, forzando a los productores a modificar sus planes de manejo en algún momento de la pandemia. De acuerdo con un sondeo realizado por Enveritas en abril, mayo y junio 2020, con 45 productores en la región, la afectación varió en intensidad y temporalidad entre los diferentes países. El país con mayor afectación de la región fue El Salvador, donde la totalidad de los productores entrevistados reportaban en junio tener menor disponibilidad de mano de obra, acceso a insumos y a créditos de trabajo. En el caso de Nicaragua, el gobierno nicaragüense nunca implementó medidas restrictivas por el coronavirus y, sin embargo, en junio el 100 por ciento de los productores encuestados tenían dificultades para la obtención de mano de obra, sea nacional u hondureña. Por el contrario, Guatemala y Honduras vieron una mayor afectación en la disponibilidad de mano de obra a inicios de la pandemia, que fue mermando a medida que pasaba el tiempo. Y este último país es que el que menor afectación reporta de todos, pudiendo deberse a la fortaleza institucional cafetalera y al apoyo que el sector recibe por parte del gobierno. Aunque la muestra de este estudio es baja, da una idea general de los retos a los que ha enfrentado el sector cafetalero durante los meses más críticos del confinamiento.


    EMPLEO E INGRESOS GENERADOS POR EL SECTOR CAFETALERO

    El café requiere de mano de obra a lo largo de todo el ciclo productivo. Sin embargo, hasta un 70 por ciento de esta se emplea en el período de octubre a febrero, durante la cosecha, mientras que el restante 30 por ciento se ocupa de las tareas de mantenimiento del cultivo a lo largo del año. Aunque existe trabajo familiar en el sector, especialmente entre los productores más pequeños, el sector cafetalero es altamente dependiente de la mano de obra contratada para la recolección del grano, como lo indica un estudio realizado por Enveritas de noviembre 2019 a enero 2020 (figura 2), entre pequeños productores de la región. Esta se caracteriza por ser informal y, en muchos casos, migratoria. Los flujos migratorios pueden darse entre regiones dentro del mismo país o entre países, donde el tipo de cambio y el precio del jornal juegan un factor que impulsa estos flujos, según el país, y las restricciones que aún se mantienen en cuanto a movilización, protocolos de distanciamiento social durante el traslado, en la jornada laboral y en áreas comunes representan un desafío para estas poblaciones migratorias y sus empleadores. Ya para la cosecha de 2019/2020, el mismo estudio de Enveritas evidenció que existía dificultad para encontrar cortadores, especialmente en Honduras, por lo que este año esa limitación puede exacerbarse.

    Costa Rica es, al momento, el único país que cuenta con un protocolo específico para la contratación de mano de obra migrante, dado que las fronteras terrestres no han sido abiertas para el tránsito de personas y que el sector cafetalero depende de la misma; de los aproximadamente 74,370 cortadores que requerirán durante el pico de la cosecha, en enero, 69.2 por ciento provendría de Nicaragua y de Panamá, en menor proporción. Sin embargo, dado el riesgo de contagio, no recomiendan la migración de niños y mujeres embarazadas. Esto significará menores ingresos para los hogares, que dependen del volumen de café cortado, puesto que estos miembros también contribuyen al corte.

    En el caso de los otros países de la región, Guatemala, El Salvador y Honduras ya abrieron sus fronteras, y Nicaragua nunca las cerró. Estas aperturas permitirán la migración de los cortadores durante la cosecha. Uno de los retos de la actual cosecha es la movilización, puesto que algunos jornaleros utilizan el transporte público que, en todos los países, excepto Nicaragua, aún es irregular e implica mayores costos, y a los que les brindan transporte, deben cumplir con ciertas restricciones de capacidad por el distanciamiento social. Otro de los retos es la logística que se debe seguir en las plantaciones para evitar el contagio de COVID-19, y la inversión que implica acomodar a los cortadores en las áreas comunes, pues esta provendrá de los mismos productores; solamente el gobierno costarricense brindó apoyo específico para este propósito al sector cafetalero. Si no se siguen estos lineamientos, el contagio de COVID-19 en las fincas podría ocasionar una menor productividad de los jornaleros por los problemas de salud.

    Una consecuencia adicional, indirecta, del COVID-19 es el aumento en la oferta de jornal. La dinámica económica posterior al confinamiento incluye la pérdida de empleos, tanto en el sector formal como en el informal, y la necesidad de recuperación y pago de deudas por parte de los hogares afectados. Dado que el desempleo necesita tiempo para revertirse, habrá más personas dependiendo del trabajo informal y eso implica buscar trabajo en el sector cafetalero, incluso cuando antes no eran parte de este. Ese aumento significará mayor competencia por las plazas en determinado momento, y menos café recolectado por persona (menor productividad del cortador), que a su vez implicará menores ingresos.

    Estos mismos tres países sufrieron el mayor impacto de las tormentas Eta e Iota, con afectación directa en la producción de café debido a deslizamientos, inundaciones que causaron daños en las fincas, el exceso de humedad y los fuertes vientos incrementan la incidencia de plagas y enfermedades y  causaron la caída del grano y defoliación en las plantaciones. Esto ocasionará una reducción en los ingresos por venta y por jornales durante la cosecha. Adicionalmente, también hubo daños muy significativos en la infraestructura vial que ocasionaron dificultades a los jornaleros para acceder a las fincas, lo cual también tiene implicaciones en los ingresos generados por estos. Aún no hay datos oficiales de pérdidas por país, pero definitivamente tendrán un impacto negativo en los ingresos de los hogares afectados.    

    En el caso particular de El Salvador, a pesar de que no fue tan afectado por los eventos tropicales, todos los involucrados en el sector verán una reducción en sus ingresos este año. Por un lado, antes de esos eventos, el Departamento de Agricultura de Estados Unidos (USDA) proyectaba que la producción disminuyera en un cinco por ciento, en comparación con el año anterior, que ya mostraba una baja del 33.6 por ciento respecto al 2018/2019. La presencia de roya y los daños ocasionados por las tormentas tropicales Amanda y Cristóbal eran algunos de los factores detrás de esta disminución en el rendimiento. La baja de este año implica una caída del 5.9 por ciento, más de 168,000 jornales, además de la pérdida en el ingreso de los productores por contar con menores rendimientos.

    Por el otro lado, las condiciones climáticas en ese país ocasionaron un atraso en la maduración del grano, lo que significa igualmente una recolección tardía que se estableció en diciembre. Este atraso implica que los hogares que contaban con el efectivo proveniente de la cosecha para iniciar la recuperación, luego de la caída en los ingresos en los meses previos, deberán esperar más tiempo para empezar a percibirlo.


    IMPLICACIONES DE SEGURIDAD ALIMENTARIA

    Centroamérica, Los medios de vida de un 14 por ciento de la población centroamericana están ligados al sector cafetalero regional, especialmente los de los grupos más pobres que dependen fuertemente del jornal como fuente de ingresos. Los ingresos obtenidos durante la temporada de mayor demanda de mano de obra, en la cosecha, son usualmente utilizados para satisfacer las necesidades alimentarias de los hogares, principalmente durante la temporada anual de escasez de alimentos. Esto significa que cualquier afectación al sector tendrá implicaciones en el acceso económico de estos hogares a los alimentos. El permanente deterioro de las condiciones de vida de la familia cafetalera a través de los últimos 6 años se intensifica en 2020 producto de la pandemia, los huracanes, bajos precios y demás desafíos que enfrentan los productores de café; dichas condiciones son favorables para la proliferación de fenómenos sociales que afectan la región centroamericana, tales como la migración hacia el norte del continente o hacia las capitales, la inseguridad y el narcotráfico, y la explotación infantil.

    En Guatemala, aunque las previsiones no indican un incremento en la producción para este año, tampoco se dará una caída significativa en términos de producción y, por consiguiente, en la cantidad de jornales requeridos para la cosecha. Las restricciones relacionadas con el COVID-19 ocasionaron una caída en los ingresos de los hogares, acompañada de un alza en los precios de los alimentos. Por lo anterior, los hogares debieron recurrir a la implementación de estrategias de respuesta negativas para compensarla. El ingreso por el corte de café permitirá reducir su nivel de endeudamiento y guardar algo del efectivo para absorber los gastos por alimentación en los primeros meses de 2021. Sin embargo, es probable que ese ingreso sea menor a lo usual, pues el distanciamiento social necesario para cumplir con los protocolos de bioseguridad podría entorpecer el trabajo de los cortadores y reducir la cantidad de grano recolectado al final del día.

    En El Salvador, la población dependiente del café ha visto un deterioro en sus medios de vida dada la falta de recuperación en la producción desde el 2012, con el grupo más pobre dependiente totalmente de la venta de su mano de obra para obtener sus ingresos. La roya, bajos precios, poco apoyo gubernamental al sector, la inseguridad ciudadana que impide la movilización de los jornaleros y el pago de extorsiones, y las condiciones climáticas durante estos años son todos factores que han impedido que el sector supere los bajos rendimientos. Este año, las restricciones derivadas del COVID-19 ocasionaron una disminución en los ingresos de los hogares pobres rurales en el país, por menores opciones de empleo, como el trabajo doméstico y otros de índole informal, y como medidas de afrontamiento, estos hogares debieron recurrir al endeudamiento y al uso de sus ahorros. Una evaluación realizada por el Programa Mundial de Alimentos indica que el apoyo gubernamental a través de la asistencia alimentaria jugó un papel importante en mitigar parte de la afectación.

    No obstante, los hogares en la zona cafetalera inician la temporada de corte con pocas reservas de alimentos, pocos ingresos y un alto nivel de endeudamiento, y cuentan con que el ingreso generado durante la cosecha les permita saldar parte de sus deudas y llenar sus necesidades alimentarias para los primeros meses del próximo año. Sin embargo, ese ingreso será menor al esperado, por lo que se prevé que la temporada de escasez de alimentos inicie tempranamente para este grupo.

    Para los hogares jornaleros de Honduras, el ingreso por la cosecha de café significará una mejora en la capacidad adquisitiva, especialmente luego de una baja en los ingresos producto de la cuarentena establecida por el gobierno y del endeudamiento o la erosión en la resiliencia de los hogares más pobres. Dado que este país espera un incremento en su producción, la cantidad de empleos requeridos durante la cosecha también aumentarán. Sin embargo, los ingresos totales de los hogares podrían no ser mayores a los del año pasado, dado que se prevé una mayor oferta de mano de obra que puede deprimir los salarios pagados a los cortadores, que los protocolos de bioseguridad podrían reducir la cantidad de grano recolectado por persona y que podría haber costos mayores a los usuales en el rubro de transporte, cubiertos por los jornaleros, si no son asumidos por las fincas. La falta de ingreso y la incapacidad de las familias cafetaleras para cubrir sus necesidades básicas intensifican la presión para la migración y la inseguridad, esto contribuye y se evidencia en las masivas caravanas migratorias que han emprendido desde Honduras la ruta hacia los Estados Unidos en busca de nuevas oportunidades. Dichas caravanas han tenido origen en Honduras; sin embargo, en su ruta se nutren de personas provenientes de países o regiones vecinas con problemas y situaciones similares, como es el caso de El Salvador, Guatemala y el sur de México.

    En el caso de Nicaragua, el escenario difiere de los anteriores en que el país nunca se vio en un confinamiento obligatorio y que el gobierno no implementó ninguna de las restricciones de los países vecinos. Aunque sí hubo una reducción en el empleo y los ingresos, y un incremento en los precios, producto de la cuarentena voluntaria llevada a cabo por la población, el grado de afectación fue menor. No obstante, la economía del país también ha sufrido producto de la crisis socioeconómica ocurrida desde 2018. Los hogares más pobres, por lo tanto, llegan a la época de cosecha de café con algunas reservas alimentarias, pues ya ha salido la cosecha de primera y los precios se han estabilizado luego de los incrementos ocurridos en el segundo semestre del año, pero con pocas opciones de empleo y bajos ingresos. Hasta hace poco se preveía que la migración de estos hogares hacia las fincas cafetaleras sería únicamente de carácter interno, pues ni Honduras ni Costa Rica habían abierto sus fronteras. Sin embargo, el primero ya permite el ingreso de extranjeros por la vía terrestre, y el último estableció protocolos específicos para permitir la migración de nicaragüenses y panameños para las labores de corte de café, a pesar de que las fronteras continúan cerradas. Con este escenario, los cortadores podrán acceder a una fuente de ingresos estable durante los meses de cosecha, con un aumento en sus ingresos actuales, que luego serán destinados a la compra de alimentos en la temporada anual de escasez de alimentos a nivel de hogar. Sin embargo, estos ingresos podrían no estar a los niveles pre-COVID, por los costos adiciones y las limitaciones que impone cumplir con pruebas de diagnóstico de COVID-19, el distanciamiento social, el uso de mascarillas y materiales de desinfección, y a que, en el caso de Costa Rica, las fincas están reacias a recibir niños y mujeres embarazadas, por el riesgo de salud que existe. Estos dos grupos de población aportaba mano de obra para el ingreso total del hogar, por lo que su ausencia significará menores ganancias al final del ciclo de corte.

    Figures Es en Hondurqas, Costa Rica y el noroeste de Nicaragua donde la mayor cantidad de pequeños productores contrata jornaleros (m

    Figura 1

    Figura 1

    Fuente: Enveritas, 2020

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